ALEXANDRA DEL PILAR MURCIA BALLESTEROS(ROMAI) 04.05.15 @ 17:15 p
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EL TEQUILA DEL DESPECHO
Se sentó en la barra, y pidió un Tequila-
-Sonraise- Le dijo el Mesero.
No Puro, con Limón y Sal ...Porque así se toma el Tequila para matar las penas- Mientras le solicito que le dejaran la ranchera que Sonaba. Mientras se repetía esto tratando de reprogramar el Chip.
Tomo la copa de Tequila , tratando de darle paso, la bebió lentamente y hasta el fondo, no contando con que sus penas sabían nadar perfectamente.
No acostumbraba fumar, pero aquel día lo hizo un cigarro después de tantos años, la primera boca rada de humo paso con dificultad, dejando atrás las cenizas que se depositaron en sus pulmones ,con cada inhalación se exhalaban los recuerdos, llenos todos ellos de ebrias tristezas y cortas alegrías.
Descubrió que la soberbia le hizo perder media vida , la otra media le quedaba para buscarle y amarle.
El humo se vistió de sombras, ocultando en el su figura, su destino...Prometió quedarse, pero ya era demasiado tarde..
Entre sus manos se esfumo, lentamente se elevo ..En el silencio de la noche, el humo simplemente la alejo..
No pudo contener las lágrimas al recordar aquel día...... El anillo que le correspondía, puesto en aquella fulana..
“Comprendamos entonces que ni lo tuyo es mío,
ni lo mío es nuestro, que los amores baratos son lo tuyo
y que yo no me entretengo razonando precios,
que el café no es para dos, ni para tres y que esto
- que bien se puede disfrazar de amor -
no es más que un cariño fuerte que traspasa
la amistad pero no desea eternidad.”
"María Mil Manías"
MALACI.
El tequila es un destilado originario del municipio de Tequila en el estado de Jalisco, México. Se elabora a partir de la fermentación y destilado al igual que el mezcal, jugo extraído del agave......
El “tequila” es un aguardiente que se elabora en una región pequeña del Occidente de México, mediante la destilación del mosto fermentado que se obtiene del corazón de una planta conocida como agave azul.
El corazón de dicha planta, semejante a una gigantesca piña, se le denomina también “mezcal”, que en náhuatl puede significar la “casa de la Luna” (meollo, esencia), o bien “maguey cercano a la casa”.
Se trata de un producto del “Encuentro entre Dos Mundos”, pues utiliza una técnica originaria del continente europeo para transformar una materia prima muy antigua y característica de la tierra americana.
En México, de algunos de los 200 tipos de agaves diferentes con que se cuenta, en distintos lugares se obtienen también otras bebidas aguardentosas similares, que reciben el nombre genérico de mezcal y toman el apellido de la población donde nacen. De esta manera, tenemos además los mezcales de Oaxaca, de Quitupan, de Tonaya, de Tuxcacuesco, de Apulco, etcétera. Pero no cabe la menor duda de que el más famoso de todos es el mezcal de Tequila, cuyo apelativo se debe a una antigua y dinámica población que se encuentra a unas 15 leguas al noroeste de Guadalajara, en el camino de esta ciudad hacia el norte y hacia el otrora muy concurrido puerto de San Blas de Nayarit, en la costa del pacífico.
En sus alrededores, y por todo el terreno que cubrió el Corregimiento de Tequila durante la época colonial, se da muy bien el agave azul, y en muchas partes se yerguen grandes y pequeñas fábricas del preciado licor, conocido antes de la simplificación publicitaria como "vino mezcal de Tequila". Por una razón u otra, el tequila se considera ahora la bebida alcohólica "mexicana por excelencia", de la misma manera en que los mariachis y los charros jaliscienses constituyen en el extranjero los arquetipos de la música de México y de quienes vivimos en este país. De hecho, ahora el mariachi se viste de charro y no se concibe bebiendo otra cosa que no sea tequila.
Debe haber sido al mediar el siglo XVI cuando algún español desesperado empezó a fabricar mezcal en tierras pertenecientes a Tequila, dada la abundancia de agayes azules en la comarca y el enorme valor que tenía para los pobladores, pues Ias hojas de Ia planta eran aprovechadas para construir techumbres, fabricar agujas, punzones, alfileres y clavos, hacer buenas cuerdas, elaborar papel y un cierto tipo de recipientes; además de utilizarse Ias pencas secas como combustible, sus cenizas se usaban como jabón, lejía o detergente, y su savia para la curación de heridas.
En realidad lo que menos se aprovechaba era el propio mezcal. Resulta probable que, una vez cocido, los antiguos lo emplearan como golosina y que, al percibir su altísimo contenido de azúcares, los españoles de garganta más ansiosa hayan discurrido su destilación. Pero el descubrimiento no fue precisamente aplaudido por Ias autoridades.
Más por la consigna de favorecer la importación de vinos y aguardientes españoles que por una acusada vocación por la abstemia, el gobierno colonial prohibió desde su inicio la fabricación de productos americanos que pudieran hacerles la competencia, por lo que el tequila debió elaborarse clandestinamente desde el mero principio, hasta que, dado el volumen que alcanzó su producción y lo necesitado que estaba el gobierno de dinero, éste optó, al mediar el siglo XVII, por autorizarla y cobrar el impuesto correspondiente. Gracias a ello el erario pudo sufragar Ias primeras obras importantes para Ia introducción de agua potable a Ia ciudad de Guadalajara y, años después, patrocinar la construcción deI Palacio donde aún hoy despachan Ios gobernantes de Jalisco.
Precisamente por fabricarse el tequila en el camino a San Blas, cuando a mediados deI siglo XVIII este puerto cobró cierta importancia --ya que desde ahí se abastecía a las nuevas colonias españolas en el noroeste de México-, el "vino mezcal de esta tierra" se convirtió en el primer producto elaborado de exportación de lo que hoy es el estado de Jalisco. El mezcal elaborado en Tequila ayudó a Ios españoles a sobrellevar Ias soledades de aquellas tierras septentrionales, y a Ios jesuitas y franciscanos, sucesivamente, a que los indios colonizados por ellos con fines de catequización se sintiesen de vez en cuando más contentos y soportasen con mayor resignación y paciencia -en lo que les llegaba la Dicha Eterna- el haber sido sometidos a un régimen de vida tan diferente de aquel al que estaban habituados.
Así mismo, desde Tequila pudieron atenderse Ios gaznates ansiosos de quienes trabajaban en Ias no tan Iejanas, pero sí remontadas, minas de Bolaños, que tanto prosperaron al finalizar el siglo XVIll. Con Ia consumación de Ia Independencia, en 1821, Ios licores españoles empezaron a tener mayores dificultades para llegar a México, lo cual dio oportunidad a que los fabricantes de tequila incrementasen sus ventas en Ia misma Guadalajara y empezasen a vender en Ia ciudad de México y todo el centro del país.
Efectivamente, al acercarse Ia mitad deI siglo XIX, algunas tahonas (tiendas) habían adquirido cierta importancia y los productores empezaban a ejercer ya una remarcable influencia política. Fue entonces cuando, de nueva cuenta, gracias a su más fácil acceso al puerto de San Blas, fue posible que la venta de tequila aumentara otra vez: ahora con cargo a los buscadores y explotadores deI oro que, desde 1849, empezó a descubrirse en Ia Alta California, sin importar que, justamente un año antes, esta tierra hubiese sido arrebatada a México por los yankees.
De esta manera, se produjo en México, a partir de 1857, Ia gran guerra civil que acabaría por liquidar el viejo orden social heredado de la dominación española; los productores de tequila tenían ya conciencia de lo que convenía a su industria y no cejaron en apoyar a los liberales hasta que éstos alcanzaron el triunfo cabal. Por cierto que cuando esto ocurrió, fue precisamente un distinguido fabricante de tequila quien asumió Ia gubernatura deI estado de Jalisco, en el año de 1867, luego de que también fueron vencidos los franceses que Napoleón III había enviado en apoyo de los conservadores.
Sin embargo, a finales del siglo XIX e inicios del XX, el tequila tuvo como su principal enemigo al ferrocarril norteamericano que llevaba con facilidad los aguardientes europeos de costa a costa, los cuales satisfacían la preferencia de la clase alta mexicana por todo lo francés. De este modo, sólo entre el “populacho” podían encontrarse bebedores del aguardiente de marras, lo cual no fue obstáculo para que el consumo de tequila llegara a incrementarse considerablemente.
Fue la Revolución Mexicana la que, a fin de cuentas, prohijó una nueva actitud que redundó a favor del tequila.
Derrumbada en 1911 la longeva dictadura encabezada por el general Porfirio Díaz, el afrancesamiento pasó por igual a ser cosa del pasado y el país entero se volcó a buscar expresiones y costumbres propias a fin de abonar en el fortalecimiento de Ia nacionalidad mexicana. EI beber tequila en lugar de otros aguardientes importados fue una de tales gestas, pero aún se fue más allá, pues el propio gobierno favoreció a conciencia una imagen deI tequila casi como un símbolo del mismísimo Estado nacional. También contribuyó de manera significativa a este fin la industria cinematográfica mexicana, exitosa en Ios años treinta y cuarenta, promoviendo un tipo estereotipado y falso deI hacer y ser de los mexicanos. El cine, igual que muchas canciones entonces en boga, tuvieron mucho que ver con la creciente fama de la bebida, pero ayudó también que el decir popular hubiera convertido al tequila en la mejor medicina contra una epidemia de influenza española que azotó al norte de México alrededor de 1930, y que, para atender la demanda, se haya podido disponer de pequeñas botellas fabricadas en la industriosa ciudad de Monterrey, en vez de tener que distribuir la mercancía a granel en incómodas barricas.
Así mismo, el auge petrolero en la costa deI Golfo de México que se produjo en ese tiempo, pudo coadyuvar al consumo de tequila gracias a los cilíndricos envases de medio litro fáciles de manejar y transportar -incluso en Ia bolsa trasera de los holgados pantalones que se estilaban entonces-, y que tanto se vieron después en Ias pantallas de los cinematógrafos.
La industria del tequila estuvo lista, pues, a partir de 1940, para suplir al whisky que dejaría de llegar a Estados Unidos por causa de Ia Segunda Guerra Mundial. La exportación de tequila llegó entonces a límites insospechados, pero también resultó vertiginosa Ia caída delas ventas al sobrevenir el armisticio, con lo cual hubo de hacerse un gran esfuerzo por incrementar el mercado interno y buscar el consumo en Europa y Sudamérica.
A partir de 1950, la producción de tequila gozó de mejoras técnicas considerables. Muchas fábricas hubo que, sin detrimento de Ia calidad, alcanzaron altos niveles de rendimiento e higiene, además de que algunas marcas resultaron más accesibles a Ias gargantas comunes por ser de menor graduación. Por otro lado, se descubrió que Ia región apta para cosechar el agave azul podía ser mayor , sin perjuicio deI producto, de manera que el crecimiento deI mercado que se logró pudo ser atendido debidamente.
Hoy día los campos agaveros, con su fisonomía tan característica, comprenden una gran franja central del paisaje jalisciense, en tanto que, de una manera directa o indirecta, la industria compromete a unas 300 mil personas, orgullosas todas de participar en Ia fabricación de un producto imbricado de manera profunda en Ia vida de Ia región occidental de México y satisfechas de ofrecer una bebida cabalmente mexicana a Ios demás habitantes del mundo.
Se trata de un producto del “Encuentro entre Dos Mundos”, pues utiliza una técnica originaria del continente europeo para transformar una materia prima muy antigua y característica de la tierra americana.
En México, de algunos de los 200 tipos de agaves diferentes con que se cuenta, en distintos lugares se obtienen también otras bebidas aguardentosas similares, que reciben el nombre genérico de mezcal y toman el apellido de la población donde nacen. De esta manera, tenemos además los mezcales de Oaxaca, de Quitupan, de Tonaya, de Tuxcacuesco, de Apulco, etcétera. Pero no cabe la menor duda de que el más famoso de todos es el mezcal de Tequila, cuyo apelativo se debe a una antigua y dinámica población que se encuentra a unas 15 leguas al noroeste de Guadalajara, en el camino de esta ciudad hacia el norte y hacia el otrora muy concurrido puerto de San Blas de Nayarit, en la costa del pacífico.
En sus alrededores, y por todo el terreno que cubrió el Corregimiento de Tequila durante la época colonial, se da muy bien el agave azul, y en muchas partes se yerguen grandes y pequeñas fábricas del preciado licor, conocido antes de la simplificación publicitaria como "vino mezcal de Tequila". Por una razón u otra, el tequila se considera ahora la bebida alcohólica "mexicana por excelencia", de la misma manera en que los mariachis y los charros jaliscienses constituyen en el extranjero los arquetipos de la música de México y de quienes vivimos en este país. De hecho, ahora el mariachi se viste de charro y no se concibe bebiendo otra cosa que no sea tequila.
Debe haber sido al mediar el siglo XVI cuando algún español desesperado empezó a fabricar mezcal en tierras pertenecientes a Tequila, dada la abundancia de agayes azules en la comarca y el enorme valor que tenía para los pobladores, pues Ias hojas de Ia planta eran aprovechadas para construir techumbres, fabricar agujas, punzones, alfileres y clavos, hacer buenas cuerdas, elaborar papel y un cierto tipo de recipientes; además de utilizarse Ias pencas secas como combustible, sus cenizas se usaban como jabón, lejía o detergente, y su savia para la curación de heridas.
En realidad lo que menos se aprovechaba era el propio mezcal. Resulta probable que, una vez cocido, los antiguos lo emplearan como golosina y que, al percibir su altísimo contenido de azúcares, los españoles de garganta más ansiosa hayan discurrido su destilación. Pero el descubrimiento no fue precisamente aplaudido por Ias autoridades.
Más por la consigna de favorecer la importación de vinos y aguardientes españoles que por una acusada vocación por la abstemia, el gobierno colonial prohibió desde su inicio la fabricación de productos americanos que pudieran hacerles la competencia, por lo que el tequila debió elaborarse clandestinamente desde el mero principio, hasta que, dado el volumen que alcanzó su producción y lo necesitado que estaba el gobierno de dinero, éste optó, al mediar el siglo XVII, por autorizarla y cobrar el impuesto correspondiente. Gracias a ello el erario pudo sufragar Ias primeras obras importantes para Ia introducción de agua potable a Ia ciudad de Guadalajara y, años después, patrocinar la construcción deI Palacio donde aún hoy despachan Ios gobernantes de Jalisco.
Precisamente por fabricarse el tequila en el camino a San Blas, cuando a mediados deI siglo XVIII este puerto cobró cierta importancia --ya que desde ahí se abastecía a las nuevas colonias españolas en el noroeste de México-, el "vino mezcal de esta tierra" se convirtió en el primer producto elaborado de exportación de lo que hoy es el estado de Jalisco. El mezcal elaborado en Tequila ayudó a Ios españoles a sobrellevar Ias soledades de aquellas tierras septentrionales, y a Ios jesuitas y franciscanos, sucesivamente, a que los indios colonizados por ellos con fines de catequización se sintiesen de vez en cuando más contentos y soportasen con mayor resignación y paciencia -en lo que les llegaba la Dicha Eterna- el haber sido sometidos a un régimen de vida tan diferente de aquel al que estaban habituados.
Así mismo, desde Tequila pudieron atenderse Ios gaznates ansiosos de quienes trabajaban en Ias no tan Iejanas, pero sí remontadas, minas de Bolaños, que tanto prosperaron al finalizar el siglo XVIll. Con Ia consumación de Ia Independencia, en 1821, Ios licores españoles empezaron a tener mayores dificultades para llegar a México, lo cual dio oportunidad a que los fabricantes de tequila incrementasen sus ventas en Ia misma Guadalajara y empezasen a vender en Ia ciudad de México y todo el centro del país.
Efectivamente, al acercarse Ia mitad deI siglo XIX, algunas tahonas (tiendas) habían adquirido cierta importancia y los productores empezaban a ejercer ya una remarcable influencia política. Fue entonces cuando, de nueva cuenta, gracias a su más fácil acceso al puerto de San Blas, fue posible que la venta de tequila aumentara otra vez: ahora con cargo a los buscadores y explotadores deI oro que, desde 1849, empezó a descubrirse en Ia Alta California, sin importar que, justamente un año antes, esta tierra hubiese sido arrebatada a México por los yankees.
De esta manera, se produjo en México, a partir de 1857, Ia gran guerra civil que acabaría por liquidar el viejo orden social heredado de la dominación española; los productores de tequila tenían ya conciencia de lo que convenía a su industria y no cejaron en apoyar a los liberales hasta que éstos alcanzaron el triunfo cabal. Por cierto que cuando esto ocurrió, fue precisamente un distinguido fabricante de tequila quien asumió Ia gubernatura deI estado de Jalisco, en el año de 1867, luego de que también fueron vencidos los franceses que Napoleón III había enviado en apoyo de los conservadores.
Sin embargo, a finales del siglo XIX e inicios del XX, el tequila tuvo como su principal enemigo al ferrocarril norteamericano que llevaba con facilidad los aguardientes europeos de costa a costa, los cuales satisfacían la preferencia de la clase alta mexicana por todo lo francés. De este modo, sólo entre el “populacho” podían encontrarse bebedores del aguardiente de marras, lo cual no fue obstáculo para que el consumo de tequila llegara a incrementarse considerablemente.
Fue la Revolución Mexicana la que, a fin de cuentas, prohijó una nueva actitud que redundó a favor del tequila.
Derrumbada en 1911 la longeva dictadura encabezada por el general Porfirio Díaz, el afrancesamiento pasó por igual a ser cosa del pasado y el país entero se volcó a buscar expresiones y costumbres propias a fin de abonar en el fortalecimiento de Ia nacionalidad mexicana. EI beber tequila en lugar de otros aguardientes importados fue una de tales gestas, pero aún se fue más allá, pues el propio gobierno favoreció a conciencia una imagen deI tequila casi como un símbolo del mismísimo Estado nacional. También contribuyó de manera significativa a este fin la industria cinematográfica mexicana, exitosa en Ios años treinta y cuarenta, promoviendo un tipo estereotipado y falso deI hacer y ser de los mexicanos. El cine, igual que muchas canciones entonces en boga, tuvieron mucho que ver con la creciente fama de la bebida, pero ayudó también que el decir popular hubiera convertido al tequila en la mejor medicina contra una epidemia de influenza española que azotó al norte de México alrededor de 1930, y que, para atender la demanda, se haya podido disponer de pequeñas botellas fabricadas en la industriosa ciudad de Monterrey, en vez de tener que distribuir la mercancía a granel en incómodas barricas.
Así mismo, el auge petrolero en la costa deI Golfo de México que se produjo en ese tiempo, pudo coadyuvar al consumo de tequila gracias a los cilíndricos envases de medio litro fáciles de manejar y transportar -incluso en Ia bolsa trasera de los holgados pantalones que se estilaban entonces-, y que tanto se vieron después en Ias pantallas de los cinematógrafos.
La industria del tequila estuvo lista, pues, a partir de 1940, para suplir al whisky que dejaría de llegar a Estados Unidos por causa de Ia Segunda Guerra Mundial. La exportación de tequila llegó entonces a límites insospechados, pero también resultó vertiginosa Ia caída delas ventas al sobrevenir el armisticio, con lo cual hubo de hacerse un gran esfuerzo por incrementar el mercado interno y buscar el consumo en Europa y Sudamérica.
A partir de 1950, la producción de tequila gozó de mejoras técnicas considerables. Muchas fábricas hubo que, sin detrimento de Ia calidad, alcanzaron altos niveles de rendimiento e higiene, además de que algunas marcas resultaron más accesibles a Ias gargantas comunes por ser de menor graduación. Por otro lado, se descubrió que Ia región apta para cosechar el agave azul podía ser mayor , sin perjuicio deI producto, de manera que el crecimiento deI mercado que se logró pudo ser atendido debidamente.
Hoy día los campos agaveros, con su fisonomía tan característica, comprenden una gran franja central del paisaje jalisciense, en tanto que, de una manera directa o indirecta, la industria compromete a unas 300 mil personas, orgullosas todas de participar en Ia fabricación de un producto imbricado de manera profunda en Ia vida de Ia región occidental de México y satisfechas de ofrecer una bebida cabalmente mexicana a Ios demás habitantes del mundo.
José Muriá, historiador y uno de los hombres que más sabe del tequila, habla acerca de su relación con esta bebida y lo que significa para México.
En el marco del Festival Visiones de México, en el Centro Cultural Gabriel García Márquez de Bogotá, tuve la oportunidad de conocer a José María Muriá, mexicano de ancestros catalanes, de Ciudad de México pero radicado desde niño en Guadalajara.
Personaje cálido, encantador, lleno de anécdotas y gran conocedor de la historia y tradición del tequila, Muriá es reconocido internacionalmente como historiador, museógrafo y catedrático, comenzó su relación informal con esta bebida siendo un muchacho bastante contestatario que asumió la postura, más política que de gusto, de beber tequila. Algún día el padre de su pretendida del momento lo interrogó sobre su relación con el tequila. La charla terminó con una cordial invitación a no frecuentar más a la muchacha.
“Pero la historia me dio la razón”, dice, ya que entre las décadas de 1980 y 1990, el tequila empezó a subir de categoría y a instalarse en las mesas más sofisticadas de su país y del mundo.
Su vinculación al universo del tequila fue casual. Dado su reconocimiento como historiador, en la década de 1970, la Cámara Regional de la Industria del Tequila lo invitó a hacer un libro, nunca publicado, sobre la historia de la bebida. José buscaba financiar la operación de amígdalas de su hijo y el dinero que le ofrecían por el libro coincidía con el costo de la intervención. Fue su primer encuentro formal con la bebida hasta entonces un tanto maldita en su tierra, por considerársela un licor ordinario.
El libro lo interesó de manera profunda y hoy viaja por el mundo dando conferencias sobre el tema, por ello cuenta con autoridad que el proceso de aceptación del tequila se debió a una serie de factores que comienzan con el uso de la botella de vidrio y sigue con la sofisticación e higiene en los sistemas de producción y hasta de estudios científicos que alabaron sus virtudes como vasodilatador para combatir algunas dolencias, y también como digestivo.
La creación del Consejo Regulador del Tequila llevó a los productores a introducir al mercado etiquetas bien presentadas y a subir los precios, incluyendo en el costo lo que Muriá llama el “impuesto a la pretensión”. Sin embargo, afirma que ninguna botella de tequila, por mejor calidad que tenga, debería costar más de unos 35 dólares.
¿Tequila puro?
Al hablar sobre los parámetros de calidad de la bebida, Muriá reconoce que no todo es lo que parece. Explica que cualquier botella de tequila de alto nivel debería tener un ciento por ciento de agave azul, planta que solo se produce, por condiciones de clima y altitud, en la región de Jalisco.
Lo cierto es que la legislación mexicana, para permitir la producción masiva de tequilas, autorizó el uso de azucares provenientes de fuentes diferentes al agave azul hasta en un 49%. Se pretendió incluso aumentar ese porcentaje de azúcares ajenos hasta en un 90%, pero esa ley fue frenada por un legislador, a su vez bebedor de tequila, quien pudo tumbarla en defensa propia.
La producción tiene momentos críticos: la adecuada madurez de la planta de agave azul, la acción del jimador, encargado de quitar las hojas para liberar la piña, que es la materia prima esencial de la bebida y que, una vez cocida en hornos de vapor, es prensada y destilada.
Ese punto es crucial, pues se debe respetar al milímetro la llamada pechuga del tequila, que equivale a eliminar el líquido que sale al principio y al final de la destilación, y que contiene etanol en niveles peligrosos para el consumo humano.
Esos remanentes develan el misterio de “Los muertos del camino”, bebedores que al pasar por Tijuana rumbo a Colorado compraban tequilas de dudosa procedencia, apareciendo muertos horas después gracias al exceso de etanol.
El contenido alcohólico, relata Muriá, no es una cuestión menor. En la actualidad, el uso de aguas de mejor calidad, necesariamente destiladas, ayuda a bajar la graduación, que antes era del 46%, y buscando mejores expresiones y mayor número de adeptos, ronda niveles de hasta del 35% “Eso ya no sabe a nada”, se queja José María, que explica que los niveles de alcohol ideales están entre el 38 y el 42%
Tú mezclas, nosotros mezclamos
El tequila también irrumpió en la coctelería, aunque casi que por azar, o por capricho. Un caso es el del “Margarita”, creado en 1941 para satisfacer a la señora Margarita Henkel, terrateniente de la zona de Ensenada, quien al regresar de largas travesías por el desierto pedía una bebida refrescante y más suave. Una mezcla de tequila, triple sec y limón americano colmó su exigencia. Otro ejemplo es la sangrita, mezcla de limón, especias y sal, a la que hoy, por razones inicialmente relacionadas con el embotellado del “jugo”, se le adicionó jitomate, muchas veces artificial.
Volviendo al tequila puro y reconociendo algunos defectos en su internacionalización, Muriá subraya la gracia que le hace un tequila embotellado en Estados Unidos bajo el nombre de “Pancho Villa”. “Es increíble –se mofa- que asocien un tequila con el nombre de un personaje abstemio, que luchaba encarnizadamente contra el consumo de alcohol, y lo peor, que su nombre lo usen en un tequila de mala calidad”.
Al final, y con lo que sería el tema perfecto para otra extensa charla, el historiador no rehúye al tema de la relación entre el tequila y el mezcal, del que no cree que compita con el primero, sino que le abre nuevas puertas. El agave azul es exclusivo de la zona de Jalisco, pero en Guajaca, donde se produce el mezcal, se da otro tipo de agave, de muy buena calidad, menos azulado.
“El desarrollo del mezcal viene siendo más lento, aunque cada día tiene mayor demanda”, cuenta y agrega que siempre se lo vio como a un caldo de menor nivel y esto se reforzaba por su asociación con los gusanos, comúnmente depositados en la botella. Se trataba de destilados de un solo paso por el alambique, lo que les restaba calidad, aunque han ido mejorando gracias a la doble destilación.
EL ALCOHOL ES NOCIVO PARA SU SALUD.
Preparación: En una coctelera introducir cubos de hielo, el vermut y el vodka. Luego agitar, agregar las gotas de limón, servir y decorar con limón o aceituna.